Una novela de Jose Alberto Arias. En proceso de creación.
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sábado, 24 de noviembre de 2012

The beginning


Jamás el miedo fue juego de niños
por mucho que los cuentos lo convoquen
Antonio Martínez Sarrión


Todos los niños tienen miedo.
     Bueno, en realidad todas las personas tienen miedo, no sólo los niños. Miedo a envejecer, a la enfermedad, a los espíritus, al mar, a los peluches, a las FARC, a las orugas, a los payasos, a los políticos, a los curas, a la sangre, a los muertos, a los cementerios, a los adivinos, a una plancha caliente, al fuego, a los perros, a la discriminación, a los aviones, a los bolígrafos. Miedo, en definitiva, a la vida.
Pero los niños más, porque los niños son más. Más tiernos y más sabios, más frágiles y más melancólicos, con más agallas, más buenos, más viejos, más enfermos, más rencorosos, más tolerantes, más locos y más cuerdos, más niños y más valientes. Porque en estos años, desde que el hombre es hombre, ha creado a los niños y los ha amado, los ha cuidado, los ha protegido, los ha alimentado, los ha enfurecido, instruido, aniquilado, les ha dado las herramientas, los ha convertido en personas en potencia, los ha integrado en su mundo, los ha tratado de comprender inútilmente, los ha atado, los ha coartado, los ha maltratado, los ha besado, los ha entretenido, les ha hecho reír, les ha hecho llorar, los ha lanzado en volandas, los ha vestido, los ha abrigado, se los ha follado repetidamente, los ha hacinado, los ha desparasitado, los ha lavado, los ha odiado, les ha gritado y les ha cantado nanas, los ha convencido de, los ha aceptado a pesar de, los ha peinado, perfumado, alfabetizado, iluminado, ha hecho de ellos, con todo y a pesar de todo, mucho más de lo que prometían sus minúsculas uñas nada más nacer, que no es poco.

jueves, 11 de octubre de 2012

Niños, niños, futuro, futuro

No tengo hermanos pequeños ni primos o vecinos enanos a mi alrededor, de modo que mi experiencia con infantes era -hasta hace dos semanas- nula.

lunes, 30 de julio de 2012

El miedo de los niños


Si hace unos meses cerré la primera parte de la novela (recordemos, el inicio, presentación de los personajes y la aparición del conlicto del relato), hoy mismo he tenido la suerte, el placer y el desagravio de terminar la segunda parte. Digo esto porque es mucho tiempo acompañando a los niños en su periplo en la que podría ser una de las partes más duras de Queridos niños; después de todo, se trata de una pequeña novela de terror dentro del conjunto.
     En cuanto a datos, 104 páginas de nada divididas en tres bloques: 1) Reunión, 2) Convergencia y 3) La noche. Lo cierto es que transcurre poquísimo tiempo, pero se tratan de muchas tramas  conectadas de manera directa o indirecta. He tenido que establecer nuevamente las reglas que rigen la narración, y cuando me ponga con la tercera parte (cuando me empape de novela negra, de género, cuando acabe enganchado a la nicotina) volverá a tocar resetear todo el estilo.
      Sé que da la sensación de que la novela avanza poco, pero me atrevo a asegurar que la espera valdrá la pena. Lo cierto es que el fondo de la novela lo tengo muy claro, sé prácticamente todo lo que va a suceder en las siete partes en que consiste Queridos niños, pero la forma supone un reto continuo. Tengo muchas lecturas pendientes a este respecto. Paciencia, saboread mientras las pequeñas muestras que os voy dejando por aquí.

domingo, 29 de julio de 2012

Tu nombre, Helena


Mackenzie fue el primero en hablar.
            -No pienso entrar en esa casa -dijo. -Seguro que nos han tendido una emboscada. Uno no se puede fiar de estos jodidos caraperros.
            Con todo, entramos, yo el primero seguido de los tres de Minnesota. Nada más abrir la puerta, un olor rancio y ahogado nos inundó como una de esas nubes amarillas de los dibujos animados. Había algo podrido o descompuesto, y muchas velas. Por debajo del olor, destacaba el de la cera derretida. Descubrí que prácticamente todo dentro de la casa se encontraba cubierto de gotitas de cera derretida, como si dentro se hubiera desarrollado algún culto.
            En las paredes había grabados de animales con letras chinas, gallos y lagartos casi todos, y se oía un leve crujido como si algo viviera dentro. Como si algo hibernara, y por lo general las criaturas que hibernan suelen ser grandes. Nos dio el miedo. Comencé a silbar. Al crujido se le sumó una lejana percusión, como tambores o cualquier instrumento golpeado con las manos. No andaban lejos, la casa tenía toda la pinta de ser una trampa.
            Nos adentramos por el pasillo estrecho, de uno en uno porque no cabíamos dos siquiera, y entonces vi la luz al fondo, procedente de una habitación, luz de fuego, de una vela o algo así, y les dije que esperaran. Había tres habitaciones. Nos separamos para cubrir la casa cuanto antes, mejor, y a mí me tocó entrar en la habitación de la luz. Había al menos diez o doce velas dispuestas por toda la habitación, demasiado pequeña para tanta basura. El suelo estaba cubierto de panfletos propagandísticos con nuestros soldados vejados de mil maneras, con la bandera enemiga y sus colores como la sangre por todas partes, y era como si a cada soldado muerto en los panfletos le hubieran sacado la sangre para tintarlo, porque -no podía ser de otro modo- la propaganda de la guerra no podía estar escrita con otra cosa que con la sangre enemiga.
            En el lecho que albergaba casi toda la habitación yacía una mujer. Al principio pensé que estaba muerta, o no lo pensé, lo supe. Era vieja como el mundo y estaba sucia, desaseada, desatendida, probablemente abandonada por sus familiares en pos de la supervivencia. Los viejos son prescindibles, Helena, si no tienen nada que hacer. Recuérdalo cuando me haga viejo.
            Entonces llegaron los gritos, no recuerdo si de Mackenzie o Franzen, sólo sé que gritos terribles, gritos que dan los hombres cuando se han vuelto locos, y salí al pasillo de nuevo y puse orden, pero los tres estaban nerviosos y no dejaban de hablar. Le tuve que cortar el meñique a Mackenzie para volver a la cordura colectiva. El machete quedó ensangrentado, y como no limpié la sangre entonces, siempre ha estado desde entonces manchado de sangre. Por mucho que sea la sangre de otros hombres, estoy convencido de que en el fondo sabe Dios y sé yo que esa mancha oscura en la hoja mellada es la sangre de Mackenzie.
            Hablaron de brujería, de ritos de vudú y de restos humanos y animales muertos en las habitaciones. Yo traté de ocultar la existencia de la vieja, pero entonces no sabía mentir. Hace un año, Helena, aún no sabía mentir, aun cuando a los treinta y tres los hombres deberían ser unos tremendos mentirosos. Cuando entraron y vieron a la vieja bruja postrada con su cuerpo enorme, tan enorme que ocupaba todo el lecho, como si en lugar de una mujer fueran cuatro o cinco. Además, estaba enferma y arrugada como una bola de papel en el fuego: tenía las piernas negras de la putridez y en los dedos de los pies gusanos que se la comían viva, pero ella apenas reaccionaba. Nos miró con indiferencia y tosió varias veces. Un hedor insoportable contaminó la habitación, como si por dentra estuviera ya descompuesta.
            Lo otros no tardaron en culpar del estado de la vieja a la brujería, y aunque traté de no seguirles en sus ideas horrendas, lo cierto era que todo apuntaba a ello, a que esa vieja debía estar muerta hace tiempo y se mantenía con vida gracias a la magia negra, o que había muerto y la propia magia negra la había devuelto a nuestro mundo. Tenía un collar con muñequitos hechos de paja o alguna hierba seca.
            Mientras tanto, fuera, los tambores no dejaban de sonar; de hecho, la percusión parecía acercarse poco a poco. Les dije que me dejaran solo, que salieran ellos primero a echar un vistazo, y así lo hicimos. Cuando nos quedamos solos en la casa la vieja y yo, un viento frío recorrió todas las habitaciones. La corriente apagó todas las velas salvo dos, la que estaba más cerca de la vieja y una cubierta por un vidrio sucio. En la oscuridad me dio la sensación de que no estábamos solos. Me atrevía a ver sombras por todas partes, pero era incapaz de abandonar la habitación. Por nada en el mundo habría salido al pasillo, lleno de manos y de puñales, de apariciones y muertos traídos a la vida. Recordé cuando mi padre me hizo leer a tu edad "El entierro prematuro" de Poe y las pesadillas, Helena, las pesadillas. Te juro que en esa habitación volvía a tener nueve años.
            Sabía que la vieja estaba a punto de morir, que conmigo ahí ninguna magia le alargaría la vida. Me aposté en un rincón de la habitación y esperé en silencio. Ninguno de nosotros habló durante horas, apenas nos dignamos a mirarnos a los ojos, pero llegado un momento la vieja pareció alzarse sobre los brazos y tomar dos, tres bocanadas de aire. Luego comenzó a recitar palabras en su lengua, todas en el mismo tono neutro, como si alguien la entendiera, y se dejó caer. Pasaron horas entre la vida y la muerte.
            Cuando salí de la casa, hallé los cuerpos de los tres de Minnesota. Los habían asesinado de noche.

sábado, 19 de noviembre de 2011

Fin de la primera parte. Punto y seguido.

Anuncié hace unas semanas que había concluido la primera parte de la novela, pero he de reconocer que me precipité y algunas historias quedaban cojas y otras, sin desarrollar. Además, quería dejar en la primera parte cerradas las presentaciones de personajes. Cierto, la primera parte de la novela no es la más atractiva porque trata de poner en situación a los personajes y de hacer las presentaciones al lector. Con todo, estoy bastante contento con el resultado final. Como el punto de partida se desarrolla aquí, he tenido a bien usar muchos cliffhangers y saltos entre las ocho tramas que abren el libro. Ya lo sé, ocho tramas, cliffhangers, fuegos de artificio.
     He tenido que reformular la primera parte. Meter más chicha, sobre todo. Cerrar historias, dejar otras más abiertas, poner la carne en el asador. Ahora comienza lo jodido. Tengo una idea muy vaga de por dónde irán los tiros, aunque la segunda y tercera parte van cogiendo forma en mi cabeza, principalmente la tercera. Ahora toca jugar. Ahora empieza lo divertido, que es estirar los géneros y llevarlos al límite, combinarlos. Terror, novela negra, distopía, ciencia-ficción... y el salto de narradores, de estructuras, de personajes que van y vienen.

sábado, 29 de octubre de 2011

Vivir sin miedo

A estas alturas, creo que ha quedado claro que Queridos niños tiene un tema central, y éste es el miedo. Miedo de susto. Miedo de pánico, de fobia, de terror a lo inexplicable... Y hace unos meses encontré esta noticia en el diario Público, y pensé que en un universo donde todas las historias giran en torno al miedo, necesitaba a algún personaje inmune a éste. Así pues, dicho y hecho me basé en este caso extraño para crear a la enigmática Alexia, interés amoroso y vital de Arturo por mucho que las cosas se tuerzan en el futuro...
Hace más de 20 años, una mujer residente en el estado de Iowa (EEUU), conocida como SM, iba caminando a las diez de la noche por un parque solitario, totalmente a oscuras. A sus oídos llegaba la letanía del coro de una iglesia cercana. Solo veía a un hombre, "completamente drogado", sentado en un banco. Cuando llegó a su altura, el yonqui se levantó, le puso un cuchillo en la garganta y gritó:"Te voy a rajar, puta". Y en lugar de intentar huir, SM respondió: "Si me vas a matar, tendrás que acabar primero con mis ángeles de la guarda". Se dio la vuelta y se fue caminando despacito a casa. Al día siguiente volvió a pasear de noche por el mismo parque.
SM no ha sentido miedo en las últimas cuatro décadas. Debido a una patología rarísima, la enfermedad de Urbach-Wiethe, esta mujer tiene bloqueada desde niña la amígdala, una región cerebral del tamaño de una almendra considerada una fábrica de emociones. Durante el último medio siglo, la comunidad científica ha apuntado a este hueso del melocotón cerebral como el lugar donde nace el miedo en animales como las ratas y los monos. Hoy, un estudio publicado en la revista Current Biology describe el caso de SM. Según los autores, la mujer confirma por primera vez que esta almendra formada por neuronas es el origen del miedo en los seres humanos.
Atacada a punta de pistola
"Descubrimos a SM hace 25 años, cuando fue remitida por casualidad a nuestra clínica", explica aPúblico el responsable del estudio, Justin Feinstein, del departamento de Psicología de la Universidad de Iowa. SM es un caso único. Según el científico, "solo hay un puñado de personas en todo el mundo con lesiones similares". En la literatura médica, apenas hay unos 300 casos registrados, y cada uno presenta unas lesiones características.
Durante dos décadas, los investigadores han seguido los pasos de SM en su barrio, olvidado por las autoridades e invadido por el crimen y la droga. En su historial policial figuran palizas de su marido, ataques a punta de pistola y varias amenazas de muerte. SM asegura que nunca se sobresaltó. Junto a ella, los científicos han visto películas como El resplandorLa noche de Halloween o El silencio de los corderos. SM no sintió ni un escalofrío. La rodearon de serpientes y tarántulas. Nada. Se la llevaron de noche al sanatorio abandonado de Waverly Hills, en Kentucky, donde los crédulos de lo paranormal aseguran haber visto fantasmas de muertos por tuberculosis, y como si tal cosa.
"SM puede experimentar otras sensaciones, como tristeza o alegría, pero es incapaz de sentir miedo", detalla Feinstein, cuyo grupo ya contó el caso en Nature en 2005, centrándose en la incapacidad de la mujer para reconocer el temor en la cara de la gente.
"¿Y cómo está viva?"
Según otro de los autores, el neurólogo Daniel Tranel, la importancia del hallazgo es que puede conducir a nuevos tratamientos del trastorno por estrés postraumático, que afecta a casi ocho millones de personas solo en EEUU. Nuevos medicamentos que apaguen la amígdala podríanfrenar el miedo perenne que sentirán 300.000 soldados al regresar del frente en Irak y Afganistán, según estiman los científicos.
Otros expertos ajenos a este estudio son más escépticos. El neurobiólogo Juan de Carlos, del Instituto Cajal del CSIC, publicó en mayo los intríngulis de la formación de la amígdala. En su opinión, la descripción del caso de SM está "coja", ya que faltan detalles anatómicos y sobre cómo se comunican las neuronas en su cerebro. Además, su biografía le produce estupor. "Si te quitan el miedo, eres una persona peligrosa. Puedes ir por la carretera a 300 kilómetros por hora. ¿Cómo puede esta mujer estar viva?", se pregunta.
Los propios autores reconocen que su estudio tiene "varias limitaciones". La lesión de SM va más allá de la amígdala e invade ligeramente otras regiones, que también podrían estar implicadas en la ausencia de miedo. "Y SM es un solo caso, habrá que estudiar otros para consolidar nuestras conclusiones", admiten.
Con la alarma de emergencia apagada
 La literatura científica ha descrito a otras personas con la amígdala dañada y la sensación de miedo alterada, pero SM es el primer caso con una lesión completa y muy localizada, observado además durante 20 años. Esta mujer, incapaz de reconocer el peligro, se mete sin remedio en situaciones que cualquier otra persona evitaría, mostrando el papel esencial de la amígdala en la supervivencia de un ser humano.